Desde mediados del siglo XIX a los 1930, pocas personas salían de su casa sin sombrero. Con el sinfín de tiendas, galerías y restaurantes de la Main Street actual en Beacon, cuesta imaginar — a pesar de las visibles evidencias — que una clave para satisfacer la demanda estadounidense por elegantes sombreros se encontraba en las docenas de fábricas que había en toda la ciudad.

Una multitud ferviente con sombreros o saludando con ellos, circa 1922. (Foto: Dominio público)
A continuación, algunos datos fascinantes sobre la historia centenaria de fabricación de sombreros de Beacon.
La primera fábrica de sombreros de Beacon, la Matteawan Manufacturing Company, fue fundada en 1864. Para 1890, ostentaba ser una de las primeras productoras de sombreros de lana en el país, a unas 30.000 unidades cada semana. Se necesitaba aproximadamente 500 trabajadores para ir a la par de la demanda.
Una fábrica aún más grande, la Tioronda Hat Works, abrió en 1879 y alcanzó unos 650 trabajadores en una década. Sus ruinas se encuentran junto al Madam Brett Park de Scenic Hudson.

Uno de los principales industriales sombrereros de Beacon fue Lewis Tompkins (1836-1894), propietario de las fábricas de sombreros de Tioronda y Dutchess, que había aprendido el oficio en su pueblo natal en el Condado Greene. Además de proporcionar vivienda a sus trabajadores, Tompkins apoyó muchas causas cívicas, como la construcción de nuevas escuelas, un hospital y un parque de bomberos (hoy sede de Hudson Beach Glass).
Con el tiempo, la ciudad llegó a contar con cerca de 50 fábricas de sombreros, desde megaempresas como Tioronda hasta empresas familiares, lo que le valió el título de capital sombrerea de Nueva York, superada a nivel nacional solamente por Danbury, en Connecticut. Algunas fábricas producían sombreros para hombre, mientras que otras se dedicaban a la moda femenina.
Muchas de las fábricas estaban situadas cerca de la base de Mount Beacon, en el pueblo llamado Matteawan (palabra del idioma Munsee que hace referencia al arroyo que más tarde pasó a llamarse Fishkill Creek). En 1913, se fusionó con el pueblo de Fishkill Landing, situado más cerca del río, y se constituyó como la Ciudad de Beacon.

La ubicación de Beacon era ideal para la industria sombrerera. La mayoría de las fábricas estaban situadas junto al Arroyo Fishkill, que impulsaba la maquinaria y suministraba el agua necesaria para remojo, teñido y otras operaciones; el ferrocarril facilitaba el envío de sombreros acabados a Nueva York y a destinos más lejanos.
En la época victoriana, los sombreros de copa eran parte esencial del vestuario masculino. Para crearlos se necesitaba fieltro, que se fabricaba tratando lana o pieles de animales con nitrato de mercurio. Lamentablemente, respirar los vapores de dicho compuesto envenenó a muchos sombrereros. Además de temblores, provocaba inestabilidad emocional, confusión y alucinaciones, dando lugar a la frase “as mad as a hatter” (equivalente “de loco como una cabra”).

Los sombrereros trabajaban a menudo en duras condiciones que incluían la exposición a los efectos desestabilizadores del nitrato de mercurio. (Foto: Cortesía Sociedad Histórica de Beacon)
A finales del siglo XIX, las fábricas de Beacon empezaron a fabricar sombreros de paja, principalmente para hombres. Se pusieron de moda en 1906, al llevar uno el presidente Theodore Roosevelt a la inauguración del Canal de Panamá. En los 1920, seis fábricas de la ciudad producían exclusivamente “sombreros de Panamá” y canotiés.
Los sombreros de paja se llevaban en temporada, del 15 de mayo al 15 de septiembre. Quien se sorprendiera llevando uno antes o después corría el riesgo de que la autodenominada “policía de la moda” se los quitara de la cabeza.

Las mujeres encontraban trabajo haciendo las trenzas que se cosían para hacer sombreros de paja. Los fabricantes se contentaban de contratarlas por su mayor habilidad en dicho trabajo y por exigir menores salarios.
La Debway Hat Company de Beacon fabricó sombreros para el Cuerpo de Mujeres del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial, así como los característicos sombreros anaranjados y azules de las guías turísticas en la Feria Mundial de Nueva York de 1939.

Las mujeres trabajaban como sombrereras en fábricas como Kartiganer Hat Factory. (Foto: Cortesía Sociedad Histórica de Beacon)
La Gran Depresión supuso un descenso en demanda y los sombreros importados baratos provocaron el cierre de muchas fábricas de sombreros de Beacon en los 1930 y 1940.
La última en cerrar fue Dorel Hat Company, que resistió hasta 2005. Su desaparición, el fin de 140 años de historia sombrerera de Beacon, se conmemoró ese mismo año con un desfile de sombreros por Main Street.

Desde que fundó Wynono en 2013, Melanie Leonard, residente en Beacon, ha mantenido la tradición sombrerera de la ciudad, elaborando sombreros a medida de paja, fieltro y gamuza. “Lo hago todo a mano… casi como una loca”, dice. Afortunadamente, Leonard tiende a evitar los productos químicos que podrían convertirla en una sombrerera loca: “No los uso mucho, y cuando lo hago, siempre es al aire libre”.
Algunas de las fábricas de sombreros de Beacon se han reconvertido para apoyar la revitalización de la ciudad. The Roundhouse, un hotel, restaurante y popular lugar de celebración de bodas, está situado en la antigua Matteawan Manufacturing Company, que fue el primer impulso a la prominencia sombrerera de Beacon.

Reed Sparling es redactor e historiador de Scenic Hudson. Anteriormente editor de la revista Hudson Valley, actualmente es co-editor del Hudson River Valley Review, una revista académica publicada por el Hudson River Valley Institute del Marist College.