En la lucha contra el cambio climático, el “carbono azul” absorbe nuevas atenciones (y emisiones)

A nuestro alrededor, hay sistemas naturales que absorben el dióxido de carbono de la atmósfera. Los bosques pueden ser lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en sumideros de carbono“, o aquellas áreas que absorben y almacenan más del elemento del que emiten. Pero los espacios verdes no son los únicos que secuestran carbono: los espacios “azules” también lo hacen. A manera de ejemplo, consideremos los humedales del río Hudson.

Más de la mitad de las 315 millas del río Hudson constituyen un estuario de marea: un área donde el agua salada del mar se encuentra con el agua dulce que corre de la tierra“, como explica el Departamento de Conservación Ambiental. Se estima que hay 7,000 acres de humedales de marea que lo rodean, como marismas, prados húmedos y pantanos.

En debates sobre el cambio climático y la mitigación de los gases de efecto invernadero se habla con más y más frecuencia de entornos como este. En estudios se demuestra que los ecosistemas costeros son capaces de eliminar carbono de la atmósfera a tasas que superan a los bosques tropicales y, más importante aún, de almacenar inmensas cantidades de carbono. El carbono capturado en estos sitios y por el océano se conoce a menudo como carbono azul“.

Constitution Marsh (Putnam County). (Photo: Pierce Johnston / Scenic Hudson)
Constitution Marsh (Condado Putnam). (Foto: Bernard Kessler)

En el caso de los humedales costeros, el impacto del carbono azul no tiene tanto que ver con lo que logren eliminar de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, dada su extensión — que es relativamente pequeña sino con la cantidad de carbono que pueden contener. Dichos ecosistemas han disminuido a lo largo de los años debido a factores como el desarrollo humano y el aumento del nivel del mar, particularmente en los EE.UU., amenazas que continúan enfrentando.

No solo son importantes [los sitios costeros de carbono azul] en términos de ser realmente eficientes en la captura de carbono, sino que almacenan una tonelada de carbono en sus suelos, en particular“, dice Sylvia Troost, gerente senior del proyecto Conserving Marine Life in the United States de Pew Charitable Trusts. Lo mismo ocurre con los humedales de agua dulce, esa capacidad de almacenamiento. Si estos humedales costeros no se alteran, pueden retener ese carbono durante cientos, si no miles de años“. 

Stockport Flats (Condado Columbia). (Foto: Jeff Mertz)

La clave de todo esto está en el sedimento y la vegetación que allí prospera. En sitios como Piermont Marsh, en el Condado de Rockland, seguramente encontrará una gran cantidad de espartillo, un elemento básico de los humedales costeros. Aunque estas gramíneas del género Spartina son más reconocibles por su apariencia alta y fina, también pasa mucho bajo la superficie.

Cuando se observa una planta de marisma salobre — y esto probablemente sea cierto no solo para las plantas de marisma salada, sino para muchas plantas de humedales — lo que sea que se ve sobre el suelo, hay una cantidad equivalente de material bajo la superficie y, a veces, mucho más“, dice Anne Giblin, científica principal y directora del Marine Biological Laboratory de la Universidad de Chicago.

RamsHorn-Livingston Sanctuary (Condado Greene). (Foto: Robert Rodriguez, Jr.)

Giblin, cuyo trabajo se enfoca en las marismas saladas, actualmente dirige un proyecto ecológico a largo plazo en el área de Plum Island, en Massachusetts, dedicado a investigar los efectos de factores como el aumento del nitrógeno y el aumento del nivel del mar en estos sistemas. Los sedimentos en ambientes como una marisma salada están anegados y carecen en gran medida de oxígeno, explica Giblin, lo que hace que el material se descompone más lentamente. Sin embargo, son extremadamente productivos para la vegetación. 

Al crecer inyectan materia orgánica, sus raíces y rizomas [tallos subterráneos], directamente en estos suelos anaeróbicos [bajos en oxígeno] donde tienden a no descomponerse, o se descomponen lentamente“, dice Giblin. Y en ese material almacenado hay una buena cantidad de carbono“.

Constitution Marsh (Condado Putnam). (Foto: Tyler Blodgett)

Su impacto en los presupuestos globales de carbono es, francamente, probablemente bastante insignificante“, añade. Pero se puede ver de otra forma: si ahora se toma todo ese carbono que se almacenó durante los últimos 3.000 años, y perdemos las marismas, no solo se pierde este pequeño sumidero, sino que también se produce una gran fuente“.

Además de su papel en el ciclo del carbono, estos entornos también albergan especies animales únicas. Más de 200 especies de peces y aves dependen del hábitat del estuario del Río Hudson, y sigue siendo un importante criadero de peces como el esturión y la lubina rayada. Parte del mismo, unas 100 millas (4.838 acres), está protegido por la Hudson River National Estuarine Research Reserve.

Constitution Marsh (Condado Putnam). (Foto: Michael O’Donnell)

Organizaciones como la Northeast Carbon Alliance (fundada por Scenic Hudson) están empezando a estudiar este tipo de hábitats con mayor detalle teniendo en cuenta tanto el hábitat marino como el almacenamiento de carbono.

A medida que se descubre más, según sus defensores son muchas las razones para seguir protegiendo los humedales de marea, las marismas saladas y los hábitats costeros y estuarinos relacionados

Las marismas saladas y otros humedales costeros hacen muchas otras cosas más allá de atrapar carbono, señala Giblin. Nos protegen de las marejadas ciclónicas. Son un gran criadero de peces. Son ideales para la recreación. Así que, aunque a nivel mundial no sean un gran sumidero de carbono“, dice, espero que la gente aprecie su importancia vital en el ecosistema costero“.

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RamsHorn-Livingston Sanctuary (Greene County). (Video: Jon Bowermaster / Oceans 8 Films)

La energía flotovoltaica hace olas hacia el valle

A unas 10 millas al norte de Albany, se encuentra la pequeña ciudad de Cohoes, en la confluencia de los ríos Hudson y Mohawk, donde el Valle del Hudson de Nueva York empieza a expandirse hacia el sur. Cohoes se ubica también en el punto de partida de algo que podría ser grande para el Estado y para la energía solar: la energía fotovoltaica flotante.

Los sistemas de paneles fotovoltaicos flotantes reciben el nombre de “flotovoltaicos”. (Foto: Shutterstock)

También llamados “flotovoltaico”, el concepto de instalar paneles solares flotantes en la superficie del agua de un embalse ha ido ganando terreno en Asia y en lugares donde escasea el terreno abierto. Aunque hasta ahora este enfoque es menos popular en EE.UU., llamó la atención del urbanista de Cohoes Joe Seman-Graves en 2020, cuando la ciudad buscaba una forma de generar su propia energía solar para uso municipal y para residentes de menos ingresos. “Queríamos algo que tuviera sentido”, recuerda. “¿Cómo podemos buscar la energía solar y que sea nuestra?”.

La respuesta se encontró en un informe clave del Laboratorio Nacional de Energías Renovables.

Un informe de 2019 de dicho laboratorio estima que el 10% de la electricidad de EE.UU. podría suministrarse a partir de sistemas fotovoltaicos instalados en una fracción de los 24.000 embalses y masas de agua artificiales de EE.UU. Ese recuento incluye 492 masas de agua en el estado de Nueva York, una de las cuales es el embalse de 10 acres de la Planta de Filtración de Agua de Cohoes.

El Laboratorio Nacional de Energías Renovables calcula que hasta el 10% de la electricidad de EE.UU. podría proceder de sistemas fotovoltaicos instalados en una fracción de los 24.000 embalses y masas de agua artificiales del país. (Foto: Shutterstock)

Un camino pionero hacia la energía flotovoltaica

Actualmente hay al menos 12 grandes sistemas flotatovoltaicos en funcionamiento en el país, entre ellos dos de los mayores, en las localidades cercanas de Sayreville y Canoe Brook, N.J. Pero ninguno está en Nueva York y todos son propiedad de empresas de energía privadas. Por eso, para Cohoes, la instalación de un sistema flotovoltaico de propiedad y gestión municipal en su embalse ha exigido grandes esfuerzos pioneros.

En primer lugar, la ciudad tuvo que encontrar la manera de recaudar fondos para el proyecto sin tun plan definido. “Nos dimos cuenta de que en aquel momento no había incentivos ni subvenciones para que los municipios se hicieran cargo de su propia infraestructura energética”, explica Seman-Graves. Pero eso cambió con una subvención de 3 millones de dólares, Community Project Funding Grant (financiación de proyectos comunitarios), que permitió a los responsables iniciar la fase de ingeniería y diseño del proyecto, estimado en 6 millones de dólares.

También hubo que superar obstáculos normativos: “Somos los primeros del estado en obtener permisos para este tipo de proyecto”, señala Seman-Graves. “En agosto obtuvimos los permisos estatales, un proceso de unos dos años”. Eso incluyó permisos del Departamento estatal de Conservación Medioambiental y del Departamento de Salud, además de revisiones medioambientales estatales y federales.

Para mitigar aún más los riesgos ambientales o sanitarios, la ciudad también se fijó en otros sistemas flotovoltaicos existentes. “Tenemos acceso a datos de otros países sobre la calidad del agua para instalaciones de esta naturaleza”, afirma Seman-Graves. “Y también poseemos casi una década de datos del proyecto de Sayreville”.

Hay al menos 12 sistemas flotovoltaicos actualmente en operación en los EE.UU., entre ellos dos de los más grandes en las localidades cercanas de Sayreville y Canoe Brook, N.J. (Foto: Shutterstock)

Los beneficios del agua y la sombra

Los avances en la tecnología de energía solar la han convertido en una alternativa viable a los combustibles fósiles y en una estrategia clave para mitigar la crisis climática. Pero dichos beneficios están limitados por la medida en que las instalaciones solares afectan los recursos naturales, incluido el uso del suelo. La energía fotovoltaica flotante ofrece la ventaja de no utilizar suelo, con la ventaja añadida de que a menudo puede conectarse cómodamente a las líneas de transmisión eléctrica existentes cuando se combina con presas hidroeléctricas.

Otra ventaja es que el agua refresca de forma natural los paneles solares, lo que puede aumentar su potencia hasta un 22% en comparación con su instalación en tierra, según el informe del Laboratorio Nacional de Energías Renovables. A su vez, los paneles dan sombra, lo que resulta beneficioso para reducir la evaporación y la proliferación de algas en el embalse.

Como la cubierta también puede reducir la temperatura del agua y los niveles de oxígeno, es probable que la energía fotovoltaica flotante no sea adecuada para masas de agua naturales. Pero en embalses como el de Cohoes, que no están diseñados para albergar peces o vida silvestre, la cubierta es más idónea, tanto desde el punto de vista ambiental como económico. La depuradora de Cohoes, por ejemplo, busca ahorrarse hasta 150.000 dólares al año en productos químicos de tratamiento para frenar el crecimiento de algas en su embalse, dice Seman-Graves, además de los costes adicionales de eliminar posteriormente esos productos químicos.

Como la cubierta también puede reducir la temperatura del agua y los niveles de oxígeno, los sistemas flotovoltaicos no son adecuados para masas de agua naturales. Pero es más idónea en embalses que no están diseñados para albergar peces o vida silvestre. (Foto: Shutterstock)

Con vista a un futuro flotovoltaico

Evan Rosenlieb, científico de datos geoespaciales del laboratorio de energías renovables, ha estudiado el rápido crecimiento de los sistemas fotovoltaicos flotantes en el sudeste asiático. Afirma que, aunque dicha región presenta algunas diferencias en cuanto a geografía y prácticas reguladoras, es probable que se produzca un crecimiento similar en Estados Unidos a medida que empiecen a encajar las piezas de desarrollo y fabricación. “Hay muchos desarrolladores que están empezando o que ya existen y que están entrando en el juego con bastante rapidez aquí en los últimos dos años, así que creo que va a ser menos problemático en el futuro”, dice. “Pero como en cualquier otra tecnología, tiene que haber un cierto umbral de interés”.

En cuanto a la ciudad de Cohoes, tienen previsto empezar a aceptar ofertas de construcción de promotores para su proyecto de energía fotovoltaica flotante a finales de octubre de 2023. Y si todo va según lo previsto, la construcción se completará en 6 u 8 semanas durante 2024.

Hasta entonces, Cohoes seguirá recibiendo a curiosos que se enteraron del proyecto en medios de comunicación locales y nacionales y quieren saber más. Según Seman-Graves, hasta ahora han acudido instituciones educativas, particulares, organismos estatales y federales como el USDA, funcionarios públicos de ámbito estatal y nacional, e incluso miembros del Parlamento británico en una ocasión.

Los sistemas flotovoltaicos flotantes no requieren una torre de agua, pero la ya existente en el embalse de Cohoes, N.Y., transmite un mensaje de orgullo cívico. La ciudad prevé instalar un panel solar flotante en el agua. (Foto: City of Cohoes)

Parte de dicho grupo de visitantes se interesa en seguir los pasos pioneros de la pequeña ciudad, una posibilidad que luce bastante abierta. Un informe publicado en 2023 en Nature Sustainability calcula que 6.256 ciudades de 124 países podrían abastecerse totalmente de energía con sistemas flotovoltaicos como el previsto para Cohoes.

Por eso, mucha gente está pendiente de lo que ocurra en Cohoes, con la esperanza de que el enfoque flotovoltaico resulte ser una forma económica y reproducible de producir energía solar para municipalidades con impactos mínimos en el medio ambiente. “Es muy emocionante”, dice Rosenlieb sobre el proyecto de Cohoes. “Obviamente, es estupendo ver que cómo todo esto empieza a implementarse”.

Para residentes, promotores y partes interesadas del valle con interés en encontrar otras formas inteligentes e innovadoras de aprovechar la energía solar pueden beneficiarse del kit de herramientas How To Solar Now de Scenic Hudson (en inglés), un manual de recursos fácil de usar para ayudar a planificar estrategias solares beneficiosas para todas las personas.

Robert Lawrence vive en Montgomery (Nueva York), donde trabaja como escritor científico y disfruta visitando los numerosos parques del Valle del Hudson con su esposa y su hijo pequeño. Es originario de climas más secos y tiene un PhD en bioquímica de la Arizona State University.